21.4.09

Dos palabras.
Siempre estaba distraída. Se pasaba el día dibujando o escribiendo en un viejo cuaderno que nunca le faltaba. No recuerdo haberla visto hablar con nadie, sólo conmigo. Pero ella parecía muy feliz, y todas las tardes se iba a su casa con una sonrisa en la cara. Esa sonrisa que yo adoraba.
Supongo que jamás olvidaré aquella tarde, cuando la vi por primera vez con otros ojos. Llovía, y hacía mucho viento. Yo volvía rápido a mi casa, bajo un paraguas que parecía que se iba a romper en cualquier momento. Y fue entonces cuando la vi, en un parque, con todo el agua chorreando por su cara y su pelo, descalza. Al darse cuenta de que yo la miraba, me dirigió esa sonrisa, recogió sus zapatos y vino corriendo hacia mí.
-Hola.
-Hola.
Fue como un acuerdo mutuo. No puedo explicar lo que sentí cuando noté sus labios sobre los míos.
No se repitió nunca, aunque me hubiera gustado, pero cada momento que pasaba con ella era mucho mejor que el anterior.
Ni tampoco podré olvidar aquellas dos últimas palabras que me dijo antes de desaparecer.

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